El oro es un metal noble que brilla bajo los rayos del Sol. Desde los tiempos remotos ha fascinado a los Humanos y, por ello, con frecuencia los ha llevado camino a la perdición.
El día 15 de julio de 1897 llegó al puerto de San Francisco un buque con unos extraños pasajeros. En sus maletas transportaban pepitas de oro para venderlas en el mercado local. Rápidamente corrió por la ciudad la noticia de que en las tierras del norte, en las arenas del río Klondike, afluente del Yukon, se habían descubierto unos placeres de oro de riqueza inconmensurable. Bastaba escarbar en sus arenas para encontrar pepitas de gigantesco tamaño, capaces de convertir en millonario a un minero miserable.
Miles de ciudadanos enloquecieron y abandonaron la ciudad con la ropa que llevaban puesta y calzado precario, y en los buques disponibles se dirigieron a conquistar la inmensa riqueza que la diosa Fortuna les propiciaba.
Para llegar a su destino, debían desembarcar en Skagway, en la costa de Alaska, cruzar las Coast Mountains por el Chilkoot Pass o por el White Pass y descender navegando por el río Yukon hasta llegar a Dawson City. Allí podían reclamar la propiedad de una de las parcelas en las que había sido dividido el yacimiento.

White Pass Trail. 1899.
Cada vez que un buque arribaba a su destino cargado de aventureros, estos corrían desesperados hacia las montañas para ser los primeros en alcanzar la riqueza. La realidad era muy distinta a sus sueños. Aquellos pasos entre montañas gigantescas, que hoy podemos recorrer cómodamente sentados en un ferrocarril, fueron trampas mortales que atraparon a muchos de ellos. Quienes conseguían llegar exhaustos al río Yukon cortaban árboles para construir precarias balsas. Muchos perecieron en aquellas aguas heladas.
Se estima que la Fiebre del oro del Klondike embrujó a más de 100.000 habitantes de San Francisco y de Seattle. Casi todos murieron en el camino víctimas de un invierno inmisericorde. Se calcula que solamente 20.000 personas llegaron a Dawson City con vida.

Chilkoot Pass steps
Allí se toparon con las verdaderas dificultades. Las arenas auríferas se encontraban debajo del permafrost, un terreno perpetuamente helado que había que calentar con abundante madera antes de poder excavar. Luego, había que lavar centenares de toneladas de arena para obtener unas pepitas de oro. La mayoría no disponían de dinero para financiar la aventura y se tuvieron que emplear como trabajadores para lograr subsistir.
Afortunadamente, la North-West Mounted Police pronto impuso la ley y el orden, impidió la entrada en el Canadá de los que no tuvieran suministros y medios adecuados para sobrevivir y luchó contra los bandidos y cuatreros que se aprovechaban del tumulto para delinquir.
Algunos se hicieron millonarios. Otros, unos 5.000, consiguieron encontrar oro.
Al cabo de pocos meses, llegó a Dawson City la noticia de que en Alaska se habían hallado inmensos yacimientos de arenas auríferas. La masa de desheredados abandonó Dawson City, víctimas de la nueva fiebre, y la ciudad quedó semiabandonada.
Canadá es hoy en día el paraíso de la minería, con extensas explotaciones de metales y diamantes. En las arenas bituminosas de Alberta, también posee las mayores reservas de petróleo del Mundo, muy superiores a las reservas de Oriente Medio.

Paisajes desolados del Yukon en primavera
La vida del minero hoy en día es muy distinta, pero aun así dura. Enormes camiones y grúas trabajan a menos 30 grados extrayendo las riquezas de la Tierra, bajo la interminable noche ártica o durante los días de verano eternamente luminosos.
El Gobierno de Canadá, extremadamente respetuoso con el medio ambiente, cuida de que no sean perturbados los derechos de la Naturaleza y de las Naciones originarias que habitan aquellas tierras inhóspitas desde hace miles de años.